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La medicina institucionalizada se está transformando en una grave amenaza para la salud. El impacto del control profesional sobre la medicina, que inhabilita a la gente y la arroja a la pasividad, cuando no a la enfermedad, ha alcanzado las proporciones de una epidemia. Yatrogénesis, el nombre de esta nueva plaga.
Durante las últimas generaciones el monopolio médico sobre al asistencia a la salud se ha expandido sin freno y ha coartado nuestra libertad con respecto a nuestro propio cuerpo. La sociedad ha transferido a los médicos el derecho exclusivo de determinar qué constituye la enfermedad, quién está enfermo o podría enfermarse, y qué cosa se hará a estas personas.
Se debe entender que lo que ha transformado la asistencia a la salud en una empresa productora de enfermedades es el énfasis en una ingenieria científica que ha reducido la salud humana, y un buen desempeño del organismo, al resultado de una manipulación técnica.
Un sistema de asistencia a la salud basado en médicos y otros profesionales resulta patógeno por tres motivos: inevitablemente produce daños clínicos que superan sus posibles beneficios; no puede sino resaltar, en el acto mismo de oscurecerlas, las condiciones políticas que hacen insalubre la sociedad; y tiende a mistificar y a expropiar el poder del individuo para sanarse a sí mismo y modelar su ambiente. Los sistemas médico y paramédico sobre la metodología y la tecnología de la higiene son un notorio ejemplo del mal uso político que se hace de los avances médicos para fortalecer el crecimiento industrial más bien que el personal. Tal medicina es sólo un ardid para convencer a quienes se sienten hartos y cansados de la sociedad, de que son ellos los enfermos e impotentes que necesitan de una reparación técnica
En el primer capítulo se hará el balance del progreso en tecnología médica. Muchas personas desconfían ya de los médicos, de los hospitales y de la industria farmacéutica, y sólo necesitan datos que fundamenten sus temores. Ya los médicos juzgan necesario robustecer su credibilidad pidiendo que se prohiban formalmente muchos tratamientos comunes hoy en día. Las restricciones al ejercicio médico que los profesionales han llegado a considerar obligatorias son a menudo tan radicales que resultan inaceptables para la mayoría de los políticos. La ineficacia de la medicina costosa y de alto riesgo es un hecho ya ampliamente discutido que tomo como punto de partida, no como un asunto clave en el que quiera detenerme.
En la segunda parte describo aquellos aspectos de la organización social de la medicina que niegan directamente la salud, y en la tercera el impacto incapacitador de la ideología médica sobre la energía personal: en tres capítulos distintos describo la forma en que el dolor, la invalidez y la muerte dejan de ser un reto personal para convertirse en un problema técnico.
En la cuarta parte interpreto la medicina negadora de la salud como típica de la contraproductividad de la civilización sobreindustrializada y analizo cinco tipos de respuesta política que constituyen remedios tácticamente útiles y, todos, estratégicamente fútiles. Discierno entre dos modos por los cuales la persona se relaciona con su ambiente y se adapta a éste: el modo de enfrentamiento autónomo (es decir autogobernando) y el modo de mantenimiento y manejo heterónomo (es decir administrado). Concluyo demostrando que sólo un programa político encaminado a limitar el manejo profesional de la salud hará capaces a los hombres de recuperar sus poderes para prestar atención a la salud, y que tal programa es parte integral de una crítica y una restricción de amplio alcance del modo industrial de producción.
Libro físico - 342 páginas.
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